miércoles, 29 de abril de 2009

RELATO GANADOR CERTAMEN LITERARIO 2009 CATEGORIA ADULTOS


LA ÚLTIMA FILA
IREPAU

Todo estaba oscuro. Era una de esas tardes de otoño en la que el cielo se empeña en ponerse gris y amenazar con caer. Una silueta se acercaba muy despacio a un escenario, tentando las suaves butacas de seda hasta llegar a la primera fila. Conocía de memoria la textura de las filigranas que rodeaban la seda de aquellas butacas. Las había acariciado tantas veces que podía dibujar cada detalle con los ojos cerrados.

Las luces estaban apagadas y apenas se entreveían en la penumbra los contornos de algunos objetos situados muy cerca de ella, la concha del apuntador sobre el escenario, el pesado y polvoriento telón, que tantas glorias y algunas decepciones había ocultado a lo largo de su dilatada existencia.

A su izquierda adivinó la silueta de las escaleras por las que se accedía al escenario. Se encaminó hacia ellas procurando no tropezar con las butacas. Cuando al fin estuvo sobre el escenario, respiró profundamente, llenando sus pulmones de ese olor agridulce a madera y cortinajes antiguos que inundaba toda la sala y que tan familiar le era..

Cerró los ojos y por unos momentos algunos de los personajes de tantas y tantas obras recreadas y memorizadas, se agolparon en su mente. Julieta era su preferido, “¡Mi único amor, nacido de mi único odio! ¡Demasiado pronto le vi sin conocerle, y demasiado tarde le he conocido! ¡Prodigioso principio de amor que tenga que amar a un aborrecido adversario!”…, recitó mentalmente ¡Oh! cuanto amor en solo una frase.

Caminó sobre el escenario imaginándose que, vestida con ricos ropajes, esperaba en el balcón la llegada de su Romeo. Ante sus ojos el balcón de los Capuleto tomó forma. La blanca balaustrada rodeada de olorosas buganvillas, el canto de los grillos, acompañando el batir de un corazón enamorado. El olor del jazmín invadió el escenario. Rodilla en tierra, Romeo comenzó su oratoria “Pues oídme serena mientras mis labios rezan, y los vuestros me purifican”

Se giró hacia los palcos saludando ceremoniosamente, agradeciendo tantos aplausos imaginados.

Volvió a caminar sobre el escenario. El eco de sus pasos sobre la madera resonaba en la sala vacía. Un pequeño haz de luz atravesaba el artesonado de la sala y posaba sus rayos sobre el escenario haciendo revolotear las partículas de polvo como pequeños insectos.

No recordaba exactamente el momento en el que el teatro entró en su vida. Cada tarde esperaba ansiosa el momento en el que las luces se apagaban y el pesado telón comenzaba a ascender hacia el cielo. Lo que venía después era magia. Sobre el escenario se recreaban las mas insólitas escenas. Hoy piratas, mañana damiselas, al otro caballeros andantes. Y cada personaje dejaba un poco de sí mismo incrustado en la madera del suelo, en las fibras del telón, en los decorados. Por eso le gustaba tanto entrar cuando todo estaba en silencio. La esencia concentrada entraba por su nariz y llegaba a lo mas profundo de su cuerpo.

Vivía esas historias como si fuese la protagonista. Suplían con creces las muchas carencias que tenía su vida.

De repente se encendieron las luces y la realidad tomó cuerpo, el acomodador la saludó desde la puerta. Bajó las escaleras despacio, despidiéndose poco a poco de su ilusión. Caminó por el pasillo hacia la salida, donde en la última fila le aguardaba su verdadera realidad, una pequeña mesita donde el tabaco, chicles, caramelos de menta y cerillas la unían al teatro desde que era una niña.